"Desocupado lector : sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejante."

- Miguel de Cervantes Saavedra, prólogo de "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha"

martes, 14 de septiembre de 2010

Amor pardo

Mulata,

De espinas de cactáceas

una corona lidera

tu melena de sedosas esmeraldas como plumas.

Amplia frente, altiva, humilde,

que porta un lunar por tilde.

Más abajo, rodeando tu cuello

un collar de cuenta y hueso

describe una media luna.

En tu escote un árido desierto

y tus senos pequeños pero lactantes,

siendo dos pequeños gigantes

que dan sombra a campos y huertos.

Bajo esa sombra de fresno crecido

yace tu cintura ceñida

de litorales y fuego prendida

como aquél carbón tardío.

Es verde tormento mío

y de las telas tejidas.

Tendido al paso del tiempo

lían en sueño lunático

los dos ombligos, tu vientre volcánico

y un idilio a flor de piel.

Y en talavera, el incienso

sube en nubes de oropel.

Nunca se habló, so morena lindura,

con tanta y tanta ternura

de alguna hija de arado

como los padres lo hicieron de ti.

¡Oh, tus muslos acuáticos¡ ¡Y

tus rodillas sobre un huipil

de manos labrado

y de hartos indios sudado,

hincadas, serenas, ante el altar,

entregando su virginidad.

Sostenida en un guacal

cual dulces surtidos típicos,

es frondoso árbol raquítico

tu presencia en altamar.

Nunca el sol besó a la tierra,

del mariachi a su guitarra,

del patrón a su muchacha,

como a tus maizales y anchas veredas.

Y el viento recorre íntimas laderas,

como en Guanajuato, por callejones,

como José besando de a montones

de la mujer las caderas.

Mas rodeados tus talones,

aprehendidos y encerrados,

por ajorcas turquesas moldeadas

por unas manos calizas,

no requieren dos tacones

para ensalzar tu gran altura.

De Guadalupe la risa,

engendrada de tres lodos,

pez pareces zarandeado

y una olla de barro negro dorada.

Bello ensueño del barroco,

beata eres, veta vasta de cultura.

Mulata

cuatrocientas voces te loan,

cánticos festivos te lloran

como al romperse las piñatas.

¡Tu figura de franela

piel de adobo y labios de castaña,

labios carmín sabor a caña

y olor picante a canela!

Tienes un par de ojos brunos,

llorones y taciturnos,

por tus hijos humillados:

mexicanos sólo a ratos.

Mas ese dúo colonial

ha cautivado los míos,

atiborrando con, de turrón, ríos

la paz en mi soledad.

Mulata, flor de jardín,

¿cómo puedo amar, si no es más que a ti?