"Desocupado lector : sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejante."

- Miguel de Cervantes Saavedra, prólogo de "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha"

jueves, 21 de enero de 2010

Selene culpable

¿Alguna vez han oído hablar del conejo en la luna? He aquí las penurias por las que me ha hecho pensar.

Caminando por este sendero iluminado por Selene, noto los guijarros brillar a cada paso que doy, y el eco de esos pasos retumba por las vastedades de aquél sereno valle. Todo esta quieto, llano silencio en llana atmósfera, haciéndome sentir en discordancia con aquél desierto páramo. Pareciera que soy lo único vivo en el lugar, pero el poder caminar y respirar no se le puede llamar vida. El silencio retumba en mis oídos. ¡Ja, qué soberbia! ¿Cómo me atrevo a pensarme más vivo que este vado intacto? Las sombras de los árboles y el movimiento suave de los pastizales se tornan violentos, como si hubiese profanado aquéllos santos lugares con sólo ese incauto pensamiento. Claro que vive. Ahora no estoy seguro si yo también.
Después de cierto tiempo, si se le puede llamar así ya que pareciera no existir en el frívolo y hermoso paraje donde me encuentro, hago un alto frente a un estanque. La superficie del agua impasible, como todo en derredor. Se respira una atmósfera pesada, idético al de una morgue. Tanta quietud me adormila, pero a la vez acelera mis latidos. Creo que algo se mueve. Sí, el reflejo de la luna. Se mueve, pero sin alterar la solidez del agua. Alzo mi vista a los cielos, y aquél satélite me devuelve la mirada, inmóvil. Su ario resplandor me daña los ojos, y regreso a contemplar aquél movimiento frágil en su acuoso reflejo. Las manchas del conejo apenas son perciptibles, y su leyenda regresa a mi mente. Recuerdo que alguna vez me dijeron, vagamente recuerdo, que había un conejo huyendo de un zorro. No cualquier conejo. Un conejo de las primeras generaciones de roedores, con un pelaje blanco como la nieve más fría. El zorro, que desde aquel entonces ya era bastante sagaz, lo emboscó a las orillas de una laguna. Al no tener escapatoria, el conejo se echó a nadar en las inmaculadas aguas de dicho estero. Nado hasta quedar bajo el reflejo de la luna que, igual de limpio que él, le proporcionó un idónico escondite. El zorro se sumergió en el agua, tras el conejo, pero al no encontrar su terso pelaje, regresó a las orillas a continuar su búsqueda. Una vez que el contorno del zorro desapareciera en la oscuridad, el conejó se dispuso a emerger a la superficie, pero no pudo. Una fuerza sobrenatural lo mantenía inmóvil, atado al agua negra y coagulada. Era la luna, quien al tocar su cuerpo de terciopelo se había enamorado del conejo y ahora no le permitía salir de su reflejo. Pobre zorro, destinado a seguir un rastro inexistente por el resto de los tiempos. Claro, si se le puede llamar así, porque en aquél legendario escenario pareciera on existir. Si tan sólo se le ocurriera voltear hacia arriba encontraría la silueta de su acechado conejo, ahora presa de un lunar capricho.
Creo que algo se mueve. Y se mueve con creciente intensisad. El oleaje, en un principio apenas notorio y ahora casi salvaje, es melódico y angustioso, cubriéndome de estupor. Mi cuerpo se ha helado y el sueño toma posesión de mí, haciendo dificultoso el simple hecho de respirar. Mi alarmado corazón ha adquirido un ritmo vertiginoso, aunque incapaz de despertarme de esta mortal hipnosis. Sólo alcanzo a ver, a medida que mis ojos se cierran permanentemente, cómo de aquel turbio y enfurecido oleaje brota un conejo. Un conejo ario que se dirige hacia a mí, con la mirada más estremecedora que jamás he visto y que vi en mi existencia.

miércoles, 20 de enero de 2010

Sobre velas y marejadas

Hállese aquí un esbozo. Un esbozo de un cuento que flota en mis pensamientos, y que si el tiempo permite, llevaré a cabo su completa creación. Dicho cuento nació a partir del sueño de un náufrago, que llega a una isla desierta, buscando únicamente la forma de regresar a su añorado navío. Quería incluir este texto como descripción del presente blog, pero no pude ya que lo máximo eran 500 caracteres. Léase a continuación el relato deslavado de tal infortunio:

Había una vez un navegante que aspiraba a comandante, y soñaba con elevar
anclas para abandonar aquel mullido puerto y viajar por los confines del
misterioso océano. Un buen día, con la brisa en las mejillas y el sol en el
zenit, se decidió por soltar los amarres que lo sujetaban a aquella tierra árida
y efímera, y emprendió su travesía. La fortuna, con una mueca a modo de sonrisa,
metió sus manos bruscas en su destino y el desdichado encalló en una isla
remota, desconocida a ojos impuros y cálculos geográficos. Fue en este lugar
extraordinario y virgen donde, privado de su navío, se dedicó a archivar sus
vivencias y pensamientos, grabando en piedra caliza las huellas de su
existencia. Tiempo después, el capitán de un renombrado barco, cuyo nombre no
será pronunciado, naufragó coincidentemente en aquel recóndito paraje. Tal
personaje, explorando en derredor como acostumbraba, descubrió en la erosionada
piedra, los esbozos y trazos de aquel valeroso navegante que aspiraba a
comandante, y que en busca de sus sueños encontró su propio desenlace. El
capitán, de apodo rimbombante, transcribió las memorias del marinero de Puerto
Mullido, en una lengua que sólo él entendió.

Cuando esté completo, lo publicaré.

Aquí vamos..

Tras la insistencia de cierto amigo, he decidido empezar este espacio donde escribiré, no diré diariamente sino a menudo, pensamientos y cuestionamientos que pasen por esta bulliciosa mente.

Y lo primero que tengo para compartir es un sentimiento que ha sido hospedado en mí desde hace ya varias semanas y va algo así
En el momento en que llegas a esta vida, tratan de convencerte que eres especial y único aunque el mundo diga lo contrario. Pero, si cada ser humano es único y especial, ¿que no somos todos iguales, como cualquier baldosa en la antesala de un magnífico pabellón?
Gracias de antemano, y nos estaremos viendo.